La sífilis, enfermedad infecciosa
exclusiva del humano, de transmisión sexual, sanguínea, y perinatal, de distribución
universal causada por la espiroqueta Treponema
pallidum (1) este
microorganismo, descubierto por Shaudin y Hoffman en 1905, es una bacteria espiral
de cuerpo enrollado, que mide 0.2 mm de grosor por 5 a 20 mm de longitud,
microaerofílica, gramnegativa, cuyo único reservorio natural es el ser humano (2).
Aunque tiene más de 500
años de historia, aún representa un problema de salud en todo el mundo, a pesar
de cumplir con prerrequisitos que permitieron predecir su erradicación: el
único reservorio es el ser humano, las vías de transmisión son limitadas, se
cuenta con métodos de detección seguros, económicos y simples, fue blanco de
políticas de salud pública en casi todos los países, y permanece muy sensible a
antibióticos tan efectivos como la penicilina, luego de más de medio siglo de
utilización (3).
Su presentación en mujeres en
edad reproductiva puede tener efectos adversos, puesto que si se presenta
durante la gestación puede ocasionar complicaciones de diversa índole que van a
depender del estadio clínico de la enfermedad, de la edad gestacional y del
inicio temprano del tratamiento (4); estimándose que
dos terceras partes de estos embarazos resultan en sífilis congénita (SC) o
aborto espontáneo, complicaciones que podrían ser totalmente prevenibles
mediante la educación sexual, la realización de exámenes diagnósticos de bajo
costo y el tratamiento oportuno (2).
Según estimaciones de la Organización Mundial
de la Salud (5), mundialmente cada año se diagnostican 20 millones
de nuevos casos de sífilis y alrededor de 2 millones de gestaciones se ven afectadas
por esta infección; de estas
460.000 terminarán en aborto o muerte perinatal, 270.000 nacimientos pretérmino
o con bajo peso y 270.000 niños nacerán con estigmas de sífilis congénita (6).
En las
embarazadas, se presenta clínicamente en forma similar a la sífilis del adulto,
cursando con los mismos estadios; sin embargo, la mayoría de las pacientes no
tienen signos clínicos de la enfermedad, o no consultan cuando los presentan, o
no son observados por estar en la vagina, y por tanto, es frecuente que el
diagnóstico sólo se establezca con las pruebas de laboratorio, que se ordenan
como tamización durante el control prenatal (7).
De acuerdo con la Organización
Panamericana de la Salud (8) la prevalencia de sífilis en embarazadas
debería de reducirse a menos del 1%; sin embargo, en América Latina, al menos
330.000 embarazadas que poseen una prueba positiva para sífilis, no reciben
tratamiento durante el control prenatal, lo cual es determinante en la
incidencia de SC, abortos espontáneos u otras complicaciones que podrían ser
totalmente prevenibles con tecnologías asequibles y de bajo costo; como el
diagnóstico y tratamiento temprano, los cuales constituyen intervenciones
disponibles más costo-efectivas (9,10).
En países en desarrollo existen 2
millones de nuevos casos de SG cada año, de los que entre 15 y 38% son
sintomáticos (2); encontrándose la seroprevalencia de mujeres con
pruebas no treponémicas (VDRL) positivas durante la gestación oscila entre 0,02
- 4,5% en países desarrollados y entre 3 - 18% en países más pobres (11).
En Latinoamérica,
se ha establecido una prevalencia
de SG de 0,26% en México (12), 1,4% en Colombia (11),
4,2% en Uruguay (13), 5,8% en Paraguay (9), 7,2% en
Bolivia (14) y entre 1,4-2,8% en Brasil (15).
Por su parte, en Venezuela aunque no
hay suficiente información de fuentes nacionales sobre estadísticas y se sabe que
hay un importante sub-registro, la sífilis ha mantenido una tendencia al
ascenso, con una tasa en 1990 de 29,28 por 100.000 habitantes y en el 2004 de
33,26 por 100.000 habitantes; mientras que para la SC la mediana de los años
2007 - 2009 fue de 54 casos acumulados (16).
La detección serológica de
los anticuerpos específicos contra T.
pallidum es de particular importancia en el diagnóstico de la sífilis y se
puede realizar mediante pruebas no treponémicas como el VDRL (Venereal Disease
Research Laboratory) y la reaginina plasmática rápida (RPR), las cuales son
exámenes sencillos, rápidos, poco costosos y poseen una alta sensibilidad,
especialmente en la infección inicial, que valida su uso para tamizaje, pero son
poco específicas (1,17,18). Por tanto, debe confirmarse el
diagnóstico por medio de métodos específicos como la prueba de hemaglutinación
de T. pallidum (TPHA), la de
absorción de anticuerpos fluorescentes contra los treponemas (FTA-ABS) y la
aglutinación de partículas contra T.
pallidum (TTPA) (1). El diagnóstico se determina con una prueba
no treponémica positiva en una dilución de 1:8 o con una prueba no treponémica
positiva a cualquier dilución y una prueba treponémica positiva (18).
La tamización para sífilis
debe realizarse en el primer control prenatal, en el tercer trimestre (entre
las 28 y 32 semanas) y al momento del parto con las pruebas no treponémicas
(VDRL- RPR), así como también deberá obtenerse una serología en los casos de aborto
o mortinato; a todas las gestantes con pruebas no treponémicas reactivas se les
debe ordenar una prueba treponémica (FTA ABS, TPHA, pruebas rápidas) para
confirmar la sífilis (7).
De igual manera, en los protocolos oficiales venezolanos de atención para
los cuidados prenatales y atención obstétrica de emergencia del Ministerio del
Poder Popular para la Salud (MPPS), se normaliza la realización del VDRL tanto al
inicio del control como entre las 24 y 28 semanas de gestación, de ser positiva
deben ser remitidas a centros de segundo nivel para confirmar el diagnóstico mediante
la prueba FTA-ABS. Las gestantes con sífilis serán tratadas con penicilina G
benzatínica y reclasificadas como de alto riesgo III, por la posibilidad de
infección congénita, prematuridad y muerte perinatal; debiéndose repetir el
VDRL a las 28 a 32 semanas de embarazo y hacer control del tratamiento de
sífilis usando pruebas no treponémicas mensuales en pacientes de alto riesgo de
reinfección (19).
En otro orden de ideas, en los últimos
años ha ocurrido un incremento de la actividad sexual en los adolescentes y una
mayor precocidad del inicio de las mismas, lo cual ha conllevado a un aumento
de la incidencia del embarazo adolescente y ha expuesto ampliamente a esta
población a un mayor peligro de padecer infecciones de transmisión sexual (ITS)
(9). Si bien las ITS pueden afectar a toda la población, el grupo de adolescentes embarazadas es uno
de los más vulnerables debido principalmente a la inmadurez genital, las modificaciones
fisiológicas del embarazo, el número de parejas sexuales y condiciones
socioculturales (20) en Venezuela, el ministerio de salud asume el
embarazo en adolescentes como el segundo gran problema de salud sexual y
reproductiva a nivel nacional, después de la alta cifra de mortalidad materna
por causas prevenibles (21).
En virtud a estos planteamientos surgió el propósito de comparar la
seroprevalencia de Sífilis entre las adolescentes embarazadas y gestantes adultas
atendidas en la Maternidad “Dr. Armando Castillo Plaza”, en la ciudad de
Maracaibo, Estado Zulia.