Genes y medio ambiente, peligrosa mezcla cuando se trata de adicción
Patología de compleja formación
Por doloroso que resulte, las personas adictas tienen algo en común:
están enfermas y no reconocen su situación. Pese a esta negación,
existen las evidencias. La OMS
aplicó estos axiomas y elaboró seis criterios para facilitar el
diagnóstico clínico, estableciendo como parámetro entre
el bienestar y el infortunio, la consumación de tres o más de
esos requisitos, en cuyo caso se estaría en presencia de un ser humano
que necesita ayuda. Los principios que caracterizan a las personas adictas son
los siguientes:
-
Sienten
un deseo intenso de consumir la sustancia.
-
Tienen
dificultades para controlar el consumo (inicio, erradicación o cantidad)
de esa sustancia.
-
Presentan
el síndrome de abstinencia, bien sea: cuando consumen la sustancia
para evitar los síntomas, cuando disminuyen o intentan detener el
consumo de la sustancia, o cuando consumen otra sustancia muy parecida.
-
Necesitan
consumir mayores cantidades de la sustancia para alcanzar los efectos originales
producidos con dosis más pequeñas (tolerancia).
-
Renuncian
a otras fuentes de placer y diversión distintas a la sustancia consumida;
incluso, le dedican más tiempo a su búsqueda y tardan más
en recuperarse de sus secuelas.
-
Aún
sabiendo las consecuencias perjudiciales inducidas por la sustancia, no
dejan de consumirla.
Ese
común denominador de las personas adictas (el estar enfermos) no es producto
de la casualidad, sino de la interacción de factores ambientales, psicológicos,
emocionales, biológicos e incluso, genéticos. Es decir, esta enfermedad
surge de la confluencia de variables ambientales e individuales, propias de
cada hombre y de cada mujer. Por eso, “el hecho de probar estas sustancias
no conduce necesariamente a la dependencia, pero cuanto mayor sea la frecuencia
y la cantidad consumida, mayor es el riesgo de volverse dependiente” (OMS,
2004: 33).
Como lo sostiene el Dr. Pedro Delgado, Psiquiatra de Humana
Desarrollos en Bienestar Integral, C.A, “las adicciones son de origen
multifactorial, es decir, se necesita la suma de varias cosas. Puedes tener
una carga genética y una predisposición, pero si nunca estás
en un ambiente donde se consume y nunca consumes una sustancia, no la vas a
desarrollar (la adicción)”.
Para la Dra. Nora Volkow, Psiquiatra y Directora del Instituto
Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA), no es fácil decir si una
adicción involucra más aspectos genéticos que ambientales,
o viceversa. “Para desarrollar la drogadicción requieres la presencia
de la droga. Si tienes los genes pero no hay una droga accesible, nunca te vas
a volver adicto. Pero dentro de ese concepto hay genes que son más probables
de heredar, y si tienes exposición una o dos veces a la droga, vas a
caer en un cuadro compulsivo. Vas a caer en el uso de droga sólo si tienes
acceso a la droga, pero al mismo tiempo si tienes acceso a presión ambiental
muy estresante”.
Tener contacto con la droga y consumirla son, quizás, los pasos decisivos
para que alguien se haga dependiente. Decisivos y no vinculantes, porque muchas
personas experimentan con diferentes tipos de sustancias a lo largo de sus vidas
y no llegan a presentar los síntomas característicos de la adicción.
“Los retos sociales, la curiosidad, la evasión, la idea de que
se tiene fortaleza suficiente para probar y no continuar, pueden determinar
la primera experiencia con drogas y sus complicaciones futuras”, señaló
la Dra. Lucimey Lima, Psiquiatra del Instituto
Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC).
A su juicio, en la dependencia juega un papel trascendental el contexto individual
de cada quien. “Además de los factores biológicos propiamente
dichos, ya sean genéticos o relacionados con las modificaciones del sistema
nervioso central producidas por las drogas (lo que incluye la modificación
plástica de circuitos cerebrales determinados y relacionados con los
mecanismos de la adicción), existen estructuras de personalidad y eventos
psicodinámicos que perpetúan el abuso”.
Circuito
del placer
Si bien son distintos los ingredientes que participan en la adicción,
los resultados cerebrales suelen ser los mismos: gratificación, recompensa,
satisfacción. Por eso, es muy difícil abandonar la fuente productora
de esa sensación estimulante aun cuando se conocen sus efectos nocivos.
“El cerebro
dispone de sistemas que han evolucionado para guiar y dirigir el comportamiento
hacia estímulos que son esenciales para la supervivencia. Por ejemplo,
los estímulos asociados con la comida, el agua y la pareja activan vías
específicas y refuerzan comportamientos que llevan a la consecución
de los respectivos objetivos. Las sustancias psicoactivas activan artificialmente
estas mismas vías, pero de forma muy intensa, produciendo un aumento
de la motivación para continuar con este comportamiento” (OMS,
2004: 20).
Las
sustancias no actúan de la misma manera ni en el mismo lugar ni sobre
los mismos neurotransmisores, “aunque el efecto final de todas las drogas
de abuso es más o menos el mismo”, explicó el Dr. Delgado.
“Todas terminan, por diferentes vías, activando el circuito del
placer, el cual está básicamente modulado por la dopamina. El
alcohol, el tabaco, los opioides, las anfetaminas, todas las drogas, todas trabajan
igual. El cerebro no distingue si es legal o no”.
La dopamina es el
neurotransmisor que más se vincula con el movimiento y la conducta emocional,
y las sustancias psicoactivas alteran precisamente las concentraciones de esta
sustancia en el núcleo accumbens, “una zona del cerebro muy importante
que está implicada en la motivación y el aprendizaje y en el señalamiento
del valor motivacional de los estímulos” (OMS, 2004: 20).
¿Cómo las drogas alteran a este neurotransmisor? Hay varias formas.
Pueden simularlo en sus efectos reconfortantes, bloquear la función cerebral
normal o perturbar sus procesos de almacenamiento, liberación y eliminación.
El Dr. Delgado lo
expone de la siguiente forma: “Si como consecuencia de un problema genético
no se fabrica un neurotransmisor, se fabrica poco o se fabrica alterado, o un
receptor del neurotransmisor está alterado, eso implica que esa célula
va a alterar su funcionamiento. Al alterar su funcionamiento, cuando esa persona
entra en contacto con una sustancia externa como la droga, puede haber un clic
entre la alteración que tiene la célula y el efecto de esa sustancia.
Entonces, por ejemplo, si hay una alteración en la fabricación
de dopamina, y tú consumes una sustancia que libera más dopamina,
evidentemente vas a tener la necesidad de consumir esa sustancia para que tu
célula libere más dopamina y tú te sientas bien”.
Al estar en el interior
del cuerpo humano, las sustancias psicoactivas producen los mismos efectos placenteros
que los estímulos biológicamente necesarios para su supervivencia
(comida, agua, peligro), pero de manera más aguda, lo que dificulta la
rápida y oportuna diferenciación por parte del cerebro. Mientras
más expuesto se esté a la droga, mayores son las asociaciones
entre ésta y las fuentes primarias de placer, lo que se traduce en mayores
probabilidades de repetir el consumo en búsqueda de respuestas conductuales
y neuroquímicas aparentemente fructuosas. |