A partir de 1970, utilizando tesis
hermenéuticas, postmodernas y socio-constructivistas, se planteó que el sentido
del material analítico era construido (no reconstruido) en el marco de la
relación entre analista y analizado y se cuestionó la pretensión de objetividad
de las interpretaciones. Por ejemplo, Roy Schafer, apoyándose en Ricoeur y en
Habermas, acentuó el carácter subjetivo del conocimiento en psicoanálisis y el
rol fundamental del contexto y del intérprete en la elaboración del sentido.
Intérprete que no podía ser un observador neutro debido a que sus ideas y
afiliación teórica eran determinantes sobre la selección del material del
analizado (21).
Spence, Schafer o Viderman han restado
importancia a la "verdad histórica", destacando más bien la construcción de una
"verdad narrativa". Sin embargo, reprochan a los relacionistas ignorar toda
referencia metapsicológica, así como concebir la relación analítica
exclusivamente como el encuentro entre dos subjetividades. Tampoco consideraron
prudente basar la técnica en los afectos y sentimientos contratransferenciales
del analista y advirtieron del peligroso uso de la empatía para comprender al
paciente.
Siguiendo estos postulados se ha impuesto en
el psicoanálisis anglosajón la llamada "two-person psychology" o lo que algunos
llaman un "giro intersubjetivo en psicoanálisis", aunque se ha dado esa
denominación a distintas aproximaciones (22).
Los intersubjetivistas norteamericanos, como
Mitchel, Orange, Stolorow y Atwood, han defendido el perspectivismo. Así, en
"Los contextos del ser", Stolorow y Atwood llaman "doctrina de la mente
aislada" a la de analistas que adoptando un objetivismo epistemológico,
presumen de tener acceso privilegiado a la realidad psíquica de los pacientes.
En cambio, consideran que su punto de vista es "perspectivista", pues asumen
que aunque existe la realidad psíquica, sólo es posible aproximársele en
función de la perspectiva del analista. Subrayan que no plantean abstenerse de
utilizar teorías que guíen y ordenen los datos clínicos, sino reconocer que sus
teorías influyen en la captación del mundo subjetivo de sus pacientes y en la
co-determinación del proceso analítico (23).
En
su libro de 2011 "World, affectivity, trauma" Stolorow, apoyándose en la
filosofía existencial de Heidegger, dice que su perspectiva los ha llevado
desde los contenidos mentales a los contextos relacionales, desde lo
intrapsíquico a lo intersubjetivo y desde las pulsiones a la afectividad (24).
Para ellos, son las relaciones y los afectos (más que las pulsiones) los que
evolutivamente dan lugar a principios que inconscientemente organizan las
experiencias emocionales y relacionales (25).
Estos analistas han contribuido a ampliar la
concepción de los fenómenos de transferencia y contratransferencia, pero
obsérvese que su concepción modifica teoría y técnica. De modo que, a pesar de
que Orange diga que los intersubjetivistas no sostienen que la experiencia
entre paciente y analista sea totalmente creada por la dupla, ni totalmente
pre-existente, comparto la opinión de Gabbard(26) de que estas
aproximaciones subestiman el poder de la transferencia y aquellas proyecciones
en el analista que se deben a la parte de la realidad psíquica anterior a la
relación terapéutica y sin relación directa con la actitud de este, mientras
sobreestiman el de la relación actual (aunque considero innegable su aporte
sobre la influencia de esta última).
Kernberg repite estas críticas al
psicoanálisis relacional y añade: a) que se confunde la contratransferencia
generada por la transferencia del paciente y la generada por los conflictos
inconscientes del analista; b) que al insistir en la igualdad y reciprocidad de
la relación se favorecen las actuaciones (acting out) de ambas partes; y c) que
al rechazar el concepto de pulsión [privilegiando el de afecto] se descuida el
análisis de la sexualidad y la agresividad (27).
También Deprati (28) y Bleichmar (29)
han señalado que los intersubjetivistas representan una hermenéutica extrema.
Sin embargo, Bleichmar reconoce como su aporte más significativo atender los
elementos de la situación terapéutica como una construcción entre el paciente y
el analista, en la que este último no es sólo un observador neutro y, por el
contrario, su participación influye notoriamente.