Desde el contexto positivista de la época de
Freud se ha ido cambiando de paradigma hasta admitir que es preferible aceptar
ámbitos correspondientes al subjetivismo y otros al objetivismo. Hasta admitir
la suma de perspectivas de las diferentes escuelas psicoanalíticas y
perspectivas como las señaladas por Mitchell (empirista, fenomenológica y
hermenéutico/constructivista), las cuales pueden aportar visiones
complementarias, como decía Ortega sobre la sierra del Guadarrama.
Podemos creer que es posible, utilizando la
expresión de Green, alcanzar un "saber objetivo sobre la subjetividad" en
psicoanálisis. Para ello he destacado las ideas de algunos filósofos del siglo
XX, como los llamados filósofos del diálogo y la reciprocidad, que han
rescatado la importancia del otro, del diálogo y el valor de la relación y el
amor.
Sin embargo, no creo que sus ideas justifiquen
cierta tendencia a ver la psicoterapia como una especie de relación amigable,
cuasi amorosa, donde "todo vale". No se trata de una acción meramente caritativa,
empática (o casi mejor decir "simpática"). Por ejemplo, pese a que Buber
defendió que la relación es recíproca, señaló que la relación de ayuda es
asimétrica por naturaleza e hizo algunas excepciones, como entre
profesor-estudiante, terapeuta-paciente, y líder espiritual-congregante, que
"por su propia naturaleza nunca podrán desplegarse en una completa mutualidad,
si es que han de mantener la fidelidad a su naturaleza". (41) Cuando
Lévinas, cuya postura era más extrema, le criticó que el diálogo que proponía
era demasiado formal, Buber replicó que lo mal interpretaba y dijo de Lévinas:
"Él puede pasarse el día vistiendo al desnudo y alimentando al hambriento y aun
serle difícil decir un verdadero Thou (tú)" (42)
Al igual que muchos hermeneutas no aceptan el
"todo vale", no "todo vale si ayuda al paciente", pues no sólo habría que
definir qué y cómo es lo que vale para el paciente, sino quién lo determina y
cómo puede estructurarse una teoría de un modelo terapéutico si se va cambiando
aleatoria e intuitivamente, momento a momento, lo que se cree que ayuda al
paciente. Además, la postura del "todo vale" es peligrosamente omnipotente y
otorga un poder de decisión omnisapiente al terapeuta, con la paradoja de que
parece liberarlo de la responsabilidad de buscar arduamente un saber y del
estudio de teoría y técnica psicoterapéutica, conformándose con su supuesto
carisma o su supuesta buena, sensible o caritativa intencionalidad, pero
careciendo de la sujeción y protección que brinda una metodología. En este sentido,
no creo que la metodología psicoanalítica sea del todo una hermenéutica, como
decía Gadamer o Ricoeur (que llegó a afirmar que el psicoanálisis es el
paradigma mismo de una actividad hermenéutica). Pero, cuando sostenemos
nuestras teorías e interpretaciones del paciente no hay que olvidar que para
Heidegger y su alumno Gadamer, la interpretación siempre se hará desde la
perspectiva particular que el intérprete aporta al acto de interpretar.(43)
De tal manera que el error del objetivismo
sería considerar al objeto-mente del paciente el único responsable del
conocimiento (que es el reproche que los psicoanalistas intersubjetivistas
hacen a Freud), mientras el error del subjetivismo sería excederse en lo que el
sujeto-analista impone al mismo (que es el reproche que se les hace a los
intersubjetivistas). Lo difícil es el balance entre perspectivas, sabiendo que
no se trata de alcanzar la verdad absoluta. De ello nos previene Gadamer al
señalar que "la hermenéutica no es un método para averiguar un sentido
"verdadero", como si éste pudiese llegar a alcanzarse". (44) Así,
entre el extremo del cientificismo, que privilegia lo racional-científico, y el
otro extremo del relativismo deconstructivo, se encuentran a medio camino el
subjetivismo hermenéutico (45) y el "gris" de la lógica borrosa (38).
Sabemos que hay distintas perspectivas
sostenidas por escuelas diferentes y que no todas son compatibles entre sí.
Pero, recordando que la única perspectiva falsa es la que se pretende única,
como dijo Ortega, podemos intentar sumar algunas. Aunque no concuerdo con él en
que la perspectiva dependa (sólo) de la realidad, ni que por ello al sustituir
al observador la perspectiva debería ser la misma.
Freud y muchos psicoanalistas creemos que
existe el determinismo inconsciente y que es posible, al menos en parte, hacer
consciente lo inconsciente, moviéndonos entre objetivismo y subjetivismo, por
medio de métodos como el análisis de la transferencia, la contratransferencia,
la resistencia, etc. Y aunque considero que en parte dependen del marco teórico
del investigador, ya Heidegger destacó que no toda interpretación es tan válida
como cualquier otra pues, como diría Mitchel, hay muchas maneras de pintar un
jarro con flores pero ello no significa que todas tengan el mismo valor.(40)
En este sentido cabe el señalamiento de
Boghossian, catedrático de filosofía de la Universidad de New York, de que todo
objetivista aceptaría que para cualquier segmento espacio-temporal dado, puede
haber múltiples descripciones igualmente verdaderas, siempre y cuando éstas
sean mutuamente consistentes. Por ello critica al constructivismo cuando viola
el "Principio de no- contradicción" y dice: "¿cómo podría darse el caso al
mismo tiempo de que la tierra sea plana y redonda?". (46)
En la historia de la filosofía, durante el
siglo XIX, Schleiermacher, Droysen y Dilthey buscaron una metodología
hermenéutica sistematizada y con reglas generales que permitiera alcanzar el
estatus de ciencia del espíritu. Después lo intentaron los neokantianos y
Emilio Betti, pero todos ellos con resultados relativamente infructuosos.
Igualmente, los psicoanalistas seguimos intentado sistematizar nuestro método
pero no debemos olvidar las enseñanzas de filósofos como Heidegger que no creía
posible alcanzarlo, pues ello implicaría la idea metafísica -procedente del
intento de huir de la propia finitud- de que exista una verdad absoluta, última
y atemporal. Heidegger, como señala Grondin, consideraba que el intentar buscar
un método para el entender "era un intento desesperado de encontrar sobre todo
un "respaldo firme", ante la
historicidad que se había hecho patente en el siglo XIX".(47)
Aun así, Heidegger y Gadamer propusieron un
método: reconocer los propios prejuicios y la propia subjetividad; la propia
ubicación hermenéutica del intérprete, para poder contrastarla con el texto del
otro [del paciente]. Heidegger dijo: "Lo que importa no es que se cierren los
ojos ante este "malvado" círculo deseando su desaparición para lograr cualquier
objetividad inexistente. Lo decisivo es no salirse de este círculo, sino
introducirse en él de la manera correcta". (48)
Gadamer, como su maestro Heidegger, también
cuestionó la metodología y concordó en que las ciencias del espíritu tienen más
que ver con el uso del "tacto" psicológico o una sensibilidad artística. Según
Grondin, en esto Gadamer se orientó por un discurso de Helmholtz, el científico
de la naturaleza, en el que señaló que "Las ciencias del espíritu proceden de
otra manera, porque obtienen sus conocimientos más bien por medio de algo así
como un tacto psicológico [...] una "inducción artística" que emana de una
sensibilidad instintiva y de un tacto para los que no hay reglas" (49)
El
que ha vivido y comprobado muchas de nuestras teorías psicoanalíticas, puede
dar fe de un saber objetivo de la subjetividad, aunque muchas veces nuestra
metodología sea cuestionable, como la de los hermeneutas, y se mezcle con ese
tacto psicológico y artístico del que ellos hablan y que puede asemejarse al
del director de orquesta. Por ello me remito al discurso que Ricardo Mutti
pronunció al recibir el reconocimiento como "Músico del Año", del
América Musical. Comenzó contando que su profesor, Antonino Votto, alumno de
Toscanini, bromeaba diciendo: "¿por qué te preocupas, tú no tienes que tocar,
sólo haz esto [mueve las manos] que algo pasará?". Pero, otro profesor,
Vittorio Gui, teniendo 90 años, le dijo: "Muti, que lástima que estoy tan cerca
de la muerte, justamente ahora que estaba aprendiendo cómo dirigir" (50)
Citaré el final de su discurso de modo que tan
sólo cambiando algunas palabras podríamos adaptarlas a lo difícil que es
dirigir una psicoterapia: "La función del director no es sólo marcar los
tiempos, sino también tomar de las almas de los músicos la música, los sentimientos,
los sentimientos [enfatiza Muti], no las notas. Las notas son la expresión
concreta de los sentimientos. Y eso es algo que hace que dirigir sea la
profesión más difícil del mundo"¦ Marcar los tiempos es muy fácil, cualquiera lo
puede hacer. Cualquiera. Hacer música es muy, muy difícil" nunca llegaremos a
la otra orilla del río, porque detrás de las palabras habita el infinito, que
significa Dios. Y nosotros somos demasiado pequeños frente a Dios". (50)
Y es que los "movimientos" del director de
orquesta y los del analista tienen también que ver con eso que se ha llamado
"feeling", más relacionado con la llamada memoria no verbal, implícita o
procedural, o sea, con aspectos de la terapia que no producen cambios por medio
de la palabra (la interpretación mutativa), la memoria declarativa y los
simbolismos, sino por intercambios intersubjetivos que Daniel Stern y sus
colaboradores del "Process of Change Study Group" en Boston (51) han
llamado "moments of meeting" en los que el encuentro produce sucesos mutativos,
un "algo más" que no se registra simbólicamente y que por tanto son de difícil
traducción en términos hermenéuticos, a menos que recurramos a concepciones
dialógicas como las de los citados filósofos del diálogo.
Ya vemos que difícil es hacer y enseñar
psicoterapia, e intentar cruzar el complejo y peligroso rio del saber objetivo
sobre la subjetividad.