El SIDA origina el deterioro progresivo de las defensas inmunológicas

El Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida produce un deterioro progresivo de las defensas inmunológicas de los individuos infectados. El virus infecta y destruye un tipo de células blancas de la sangre, conocidas como linfocito CD4. Estos linfocitos son muy importantes porque actúan como los directores de la respuesta inmune del organismo. Si ellos son destruidos o afectados funcionalmente, la respuesta inmune del organismo se debilita y termina por perderse. En otras palabras, se origina una inmunodeficiencia, que es adquirida cuando la persona se infecta con el VIH.

El VIH se replica intensamente en las personas infectadas, cuyo sistema inmune trata de defenderse arduamente. Sin embargo, el virus termina por ganar, y en un período de 8 años, se instalan los cuadros severos de inmunodeficiencia.

El período de latencia clínica es relativamente asintomático, aunque la persona es capaz de transmitir el virus. Esto ha contribuido a la rápida diseminación del VIH, ya que menos del 10% de todas las personas en el mundo saben que están infectadas. La inmunodeficiencia se manifiesta por una serie de síntomas generales que van desde el cansancio extremo hasta la pérdida de peso, también por una serie de infecciones que llamamos oportunistas, que son causadas por microorganismos normalmente no patógenos, pero que aprovechan la oportunidad de la inmunodeficiencia para causar enfermedad. Una de esas infecciones oportunistas es la neumonía por Pneumocystis carinii. La tuberculosis en pacientes con VIH se ha convertido en la infección oportunista más importante en Africa. Y también hay cánceres oportunistas, como el Sarcoma de Kaposi antes mencionado. Sin tratamiento, los pacientes mueren dentro de los primeros dos años de la enfermedad.

1983: identifican al VIH

En 1983, dos años después de haberse identificado los primeros pacientes en Los Angeles, se aisló e identificó el agente causal del SIDA: el VIH. El mérito de ese descubrimiento fue otorgado al grupo de Luc Montagnier, en el Instituto Pasteur de París, y al de Robert Gallo del Instituto Nacional de Salud (NIH) de los Estados Unidos. La historia de ese descubrimiento es muy compleja, y fue magistralmente contada por el recién fallecido historiador Yugoslavo Mirko Grmek, en su extraordinaria obra "Histoire du SIDA", publicada en 1989. Pese a que todavía hoy día hay personas mal informadas que niegan la relación etiológica del VIH y el SIDA, el estudio científico de la enfermedad está apoyado sobre evidencias muy sólidas.

Más adelante, el aislamiento del VIH permitió desarrollar pruebas de laboratorio para identificar la presencia de anticuerpos contra el virus en la sangre de las personas infectadas. Esos anticuerpos anti-VIH aparecen a partir de 4 a 6 semanas después de la infección, y permanecen prácticamente hasta la muerte del paciente. La presencia de una reacción positiva en el suero de los pacientes se conoce como "seropositividad", y como éste es un virus que establece una infección crónica, la seropositividad es equivalente a una infección activa.

Las primeras pruebas para detectar seropositividad fueron desarrolladas en 1985, aunque hoy en día disponemos de métodos altamente sensibles y específicos para detectar el virus, usando técnicas de PC o reacción en cadena de la polimerasa. El uso extensivo de esas pruebas serológicas para el VIH permitió conocer la verdadera magnitud de la epidemia. Las sospechas europeas de un posible origen Africano del VIH fueron confirmadas con estudios serológicos conducidos en ese continente.