Psiquiatría
Lógica borrosa y epistemología psiquiátrica. A propósito de la transexualidad
Introducción
“En la medida en que las leyes de las matemáticas se refieren a la
realidad, no son ciertas. Y en la medida en que son ciertas, no se refieren a
la realidad”.
Albert Einstein, Geometry and Experience
Introducción
Hay
un aforismo que escuché al principio de mis estudios
de medicina y que con frecuencia me vuelve a la mente, el cual reza
“quien sólo sabe de medicina, ni de medicina sabe”. La frase pertenece a José Letamendi de Majarés (1828-1897) patólogo y
profesor de la Universidad de Barcelona y otra de sus
perlas es: “El médico que a la vez no es filósofo, no es ni siquiera médico”.
Y es que la filosofía, las matemáticas, la lógica y muchos otros conocimientos
son imprescindibles, no sólo en medicina sino en toda ciencia que aborde lo
psicológico, precisamente por incluir múltiples áreas de bordes imprecisos.
Este
artículo se propone tratar de de las múltiples explicaciones de la realidad y
de la lógica borrosa (también conocida como difusa, multivalente o fuzzy)
frente a la lógica binaria o dialéctica aristotélica, relacionándolas con varios aspectos de la epistemología
psiquiátrica (entendiendo epistemología como "ciencia o teoría del
conocimiento científico"). Me he referido a conceptos similares sobre el
psicoanálisis en otra publicación anterior (1).
En
occidente estamos sumamente influidos por la dialéctica griega y aristotélica
en particular, según la cual las cosas son o no son. Buda en cambio, guardaba
silencio cuando se le hacían preguntas binarias. Sin embargo, resulta que son
muchos los valores que hay entre cierto y falso, muchas las posibles
explicaciones de un fenómeno y muy borroso el límite epistemológico entre
verdades, creencias y conocimiento. Particularmente en psiquiatría, los
criterios que delimitan clases (por ejemplo, nosológicas o terapéuticas) son
muy poco nítidos y las cosas generalmente no son blancas o negras.
Para
ir entrando en materia y resumiendo al máximo, la lógica Fuzzy (traducida como
borrosa o difusa) trata de toda aquella realidad que no se corresponde con la
noción de “ser o no ser”; la que no es blanca o negra sino gris y que no se
mide de manera binaria como 1 o 0.
Ahora,
que no se mida binariamente no significa que no haya opciones de medición y la
lógica borrosa posee complejas ecuaciones, precisamente para dar cuenta de
realidades de límites difusos y conjuntos borrosos (o Fuzzy Sets), así llamados
por el iraní Lofti Zadeh en la Universidad de
California y cuya publicación dio lugar al nombre de la disciplina borrosa. A
estos conjuntos borrosos solo se pertenece en parte y siendo sus bordes difusos
la condición de pertenencia no se representa como un escalón sino como una
curva.
Para evitar dar la impresión que la lógica
borrosa es la de un mundo de relatividad absoluta o de ensoñación (en el que
todo es y no es a la vez) he de aclarar que tal como señala Bart Kosko (2),
no sólo existen matemáticas borrosas, sino que el pensamiento borroso puede ser
tan pragmáticamente utilizado que en Japón los ingenieros han diseñado
productos comerciales borrosos “inteligentes”, como el emblemático metro Tokio,
cámaras de vídeo, lavadoras, hornos de microondas, carburadores y otros
dispositivos inteligentes borrosos. En 1991 los japoneses ya habían sobrepasado
los mil millones de dólares en ventas de productos borrosos. De hecho, existen
chips borrosos y los Sistemas
Expertos, que son aplicaciones informáticas que adoptan decisiones o resuelven
problemas.
Sin embargo, el
énfasis que se ha puesto en las últimas décadas en medirlo todo puede llevar a
errores, incluso en lógica dialéctica, como por ejemplo, establecer un nexo
causal entre la no medición de un síntoma y que ello implique un mal
tratamiento. No siempre el paciente “bien medido" es el mejor entendido ni
mejor tratado e incluso no infrecuentemente sucede lo contrario. Muchas veces
medir con respuestas dicotómicas tipo “si o no”, no valora para nada la
complejidad de un evento, sus grises, su borrosidad (más aun cuando lo que se
mide puede ser tan ambiguo y subjetivo como el dolor, la tristeza, la ansiedad
o lo psicótico).
En resumen, medir no
es sinónimo de tratar y ni siquiera es sinónimo de medir bien la variabilidad
del sujeto. Pero en el extremo opuesto, un paradigma de la
postmodernidad es que la realidad es relativa y no hay observación ni verdad
objetiva y ello puede conducir a una actitud nihilista y, en el peor de los
casos a una comodidad que aleje de la observación y el duro trabajo científico.
Ahora, ¿es necesario clasificar? Una respuesta
simplista y muy escuchada es decir que cada paciente es individual y por ello
clasificar es etiquetar y no tiene sentido. Pero creo que es falso, primero
porque clasificar es una condición cognitiva propia del ser humano; segundo
porque necesitamos tener algunas ideas o presunciones etiológicas, nosológicas,
etc para tratar a un paciente y porque no podemos prescindir de nuestras
teorías. Pero además, porque necesitamos clasificar para poder investigar.
No se trata de hacer de la subjetividad o de la
lógica borrosa el refugio de la falta de rigor científico o del eclecticismo
cómodo y facilón, como tampoco caer en uno de los mitos que señala Bart Kosko:
“Cuantas más matemáticas meta un autor en un problema, menos lo entenderá su
auditorio y más lo respetará”. No lo digo yo, lo dice un matemático e
ingeniero, y de hecho voy a referirme constantemente a su
libro “Pensamiento borroso” (2)
que tiene muchos capítulos con matemáticas accesibles para simplificar las
complejas ecuaciones que fueron el centro de la tesis doctoral del autor y a
los que remito al lector, a falta del conocimiento matemático suficiente del
que esto escribe.
Aun así, hay que estar prevenidos de que
precisamente pueda ser el escaso conocimiento de este tipo de matemáticas el
que pueda fascinarnos y llevarnos a una nueva idealización del modelo
matemático como “única verdadera forma de conocimiento”.
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