Abril-Junio 2016 66
ISSN 1317-987X
 
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Farmacología
Anticonvulsivantes: una aproximación a la farmacología clínica de estos medicamentos

Introducción

La epilepsia es una enfermedad conocida desde la antigüedad. En los albores de la medicina se utilizaban la sangría, la trepanación y otros métodos cruentos para diversos padecimientos, incluida la epilepsia. Las creencias mágico-religiosas influyeron en su terapia durante siglos. Se conocía como la “Enfermedad Sagrada” y eso elevó a varios mortales (ejemplo, a algunos faraones) a la condición de dioses, a la vez que permitió llevar a la hoguera a muchas supuestas brujas que la padecían. Sin embargo, Hipócrates, llamado el Padre de la Medicina, cerca del año 400 antes de Cristo, escribió un tratado “Acerca de la Enfermedad Sagrada”, «Me parece que la llamada enfermedad sagrada no es más divina que cualquier otra. Tiene una causa natural, al igual que las restantes enfermedades. Los hombres creen que es divina precisamente porque no la conocen...» (1)

La era medicamentosa comenzó ciertamente con los bromuros en 1.857; posteriormente aparecieron los barbitúricos, con el fenobarbital a la cabeza, luego conocimos la difenilhidantoína o fenitoína y posteriormente todo un arsenal hasta llegar a nuestros días.

La epilepsia es una condición clínica tratable. La meta del tratamiento es el logro de un estado libre de convulsiones, con efectos secundarios por el tratamiento que sean tolerables por el paciente y sus familiares. Los medicamentos anticonvulsivantes han demostrado tener una efectividad moderada dependiendo del tipo de epilepsia, pero difieren en cuanto a los efectos adversos que provocan y las interacciones medicamentosas que pueden presentar con otros medicamentos anticonvulsivantes o con medicamentos diversos de otros grupos farmacológicos. (2-5)

Convulsión no significa epilepsia. Podemos tener un episodio convulsivo por diversos factores (convulsiones provocadas): metabólicos, traumáticos, hipóxicos, privación de sueño, etc. Una convulsión no provocada es una sacudida aislada o en grupos que ocurren en un período de 24 horas en una persona mayor de 1 mes de edad, en ausencia de factores precipitantes. Entre las convulsiones no provocadas debemos considerar las convulsiones agudas sintomáticas, las cuales son episodios que se presentan luego de un daño sistémico o en estrecha asociación temporal con un insulto cerebral (convulsiones febriles, trauma craneano, infección, asfixia, agentes tóxicos, tumor cerebral, craneotomía, etc.). Las convulsiones no provocadas pueden ser únicas o recurrentes. El riesgo de convulsiones recurrentes se incrementa luego de una segunda convulsión no provocada. Los factores de predicción más consistentes para la recurrencia son un EEG anormal y la presencia de un examen neurológico anormal. (2-5)

Según la definición que se aceptaba previamente, la epilepsia se definía como la ocurrencia de dos o más convulsiones no provocadas (Comisión sobre Epidemiologia y Pronóstico, Liga Internacional contra la Epilepsia [ILAE], 1993), caracterizadas por la aparición recurrente de fenómenos anormales de tipo motor, sensitivo, sensorial, vegetativo o psíquico, con o sin pérdida de la conciencia, y acompañadas de anomalías electroencefalográficas características. En el año 2013 la ILAE aceptó las recomendaciones de un Grupo de Trabajo para modificar las definiciones anteriormente aceptadas (6). Según la nueva definición, una convulsión es la ocurrencia transitoria de signos y/o síntomas debido a una actividad anormal excesiva o sincrónica neuronal en el cerebro, y la epilepsia se define como un trastorno de la actividad eléctrica en diferentes zonas del cerebro, caracterizado por una predisposición definida a generar convulsiones, con consecuencias neurobiológicas, cognitivas, psicológicas y sociales de esta condición. Resumiendo, de acuerdo con la nueva definición clínica operacional de la ILAE, la epilepsia se considera una enfermedad neurológica definida por cualquiera de las tres siguientes condiciones: (1) Al menos dos convulsiones no provocadas (o reflejas) ocurriendo con una diferencia mayor de 24 horas entre ellas; (2) una convulsión no provocada (o refleja) y una probabilidad de nuevas convulsiones similar al riesgo general de recurrencia (al menos 60%) después de dos convulsiones no provocadas, ocurriendo en los siguientes 10 años. [Este nivel de riesgo ocurre con lesiones remotas estructurales, tales como un ictus, infección del SNC, ciertos tipos de lesión cerebral traumática, diagnóstico de un síndrome epiléptico específico u otros factores de riesgo] y (3) diagnóstico de un síndrome epiléptico; aquellos con convulsiones reflejas recurrentes, por ejemplo convulsiones foto-sensibles, también son considerados como portadores de epilepsia. Esta nueva definición se ha visto acompañada de múltiples comentarios a favor y en contra por parte de los neurólogos en ejercicio. (7)

La epilepsia no necesariamente es una condición permanente en la vida de un individuo y se puede considerar resuelta si una persona ha estado libre de convulsiones por los últimos 10 años, con al menos 5 años libre de medicamentos anticonvulsivantes, o cuando esa persona ha pasado la edad de un síndrome epiléptico dependiente de la edad. (2,3)

Hay tres tipos fundamentales de convulsiones (mejor llamadas crisis, por cuanto pueden acompañarse o no de convulsiones): las focales (antiguamente llamadas parciales), las generalizadas y las no clasificadas. Esta clasificación es elemental, ya que hay algunas que son mucho más complejas y existen más de 40 formas distintas de epilepsia. (2,4)

Lo importante de establecer un diagnóstico adecuado del tipo de crisis que presenta el paciente radica en el hecho de que muchos fármacos que son adecuados para tratar crisis focales y generalizadas tónico-clónicas pueden empeorar otros tipos de crisis, entre ellos las crisis de tipo ausencia. (8)

La terapia medicamentosa es uno de los enfoques para tratar la epilepsia. Si los fármacos no son exitosos se puede plantear el uso de una dieta especial, la dieta cetogénica, (9) la cirugía o las distintas técnicas de estimulación cerebral o neurológica. (26, 27)

No todas las crisis se deben tratar. La epilepsia (una tendencia continua a tener convulsiones) sí debe ser tratada. En cambio, un lactante que presente una convulsión febril pero que no tenga alteración del EEG o una condición pro-convulsiva no debe ser tratado de rutina. El tratamiento indiscriminado de la primera convulsión no provocada con medicamentos antiepilépticos no se recomienda. (2-4)

Crisis focales

Las crisis focales se originan en áreas discretas de la corteza cerebral. Pueden ser simples o complejas. Las crisis focales simples pueden causar síntomas motores, sensoriales, autonómicos o psíquicos sin alteración de la conciencia. Las crisis focales complejas se caracterizan por una actividad convulsiva focal acompañada por una afectación transitoria de la capacidad del paciente de mantener el contacto normal con su entorno. Las crisis focales se pueden difundir a ambos hemisferios y ocasionar una convulsión generalizada, usualmente de la variedad tónico-clónica. La mayoría de las convulsiones son focales, algunas cifras señalan un porcentaje mayor del 50%. (3,4)

Crisis generalizadas

Las crisis generalizadas se originan de forma simultánea de ambos hemisferios cerebrales. Cursan con pérdida de conciencia, a excepción de las crisis mioclónicas. Pueden acompañarse o no de convulsiones. La crisis más conocida es la generalizada tónico-clónica (“Grand Mal”), pero pueden incluirse en este grupo las crisis tónicas, clónicas, atónicas, mioclónicas o la llamada ausencia (“Petit Mal”).

Crisis no clasificadas

No todas las crisis se pueden dividir en focales o generalizadas. Algunas entran en el grupo de “no clasificadas”. En este grupo se incluyen las convulsiones neonatales y los espasmos infantiles.


Anticonvulsivantes: una aproximación a la farmacología clínica de estos medicamentos
Introducción
Acción de los anticonvulsivantes
Mecanismos de acción
Características farmácológicas
Consideraciones especiales en el tratamiento de la epilepsia
Referencias

NOTA: Toda la información que se brinda en este artículo es de carácter investigativo y con fines académicos y de actualización para estudiantes y profesionales de la salud. En ningún caso es de carácter general ni sustituye el asesoramiento de un médico. Ante cualquier duda que pueda tener sobre su estado de salud, consulte con su médico o especialista.





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