Enero-Marzo 2003 14
ISSN 1317-987X
 
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Personajes
 



Humberto Fernández Morán
Legado científico invaluable de Venezuela para Venezuela para el mundo

Solitario misionero

El 14 de julio de ese mismo año 1967, Fernández Morán cumpliría seis años como Profesor de la Universidad de Chicago y recibiría el Premio John Scott por su invento, el cuchillo de diamante. Este galardón tan solo había sido otorgado antes a Tomás Alva Edison, Maria Curie, Edward Salk, Thomas Fleming y John Gibbon. Era un reconocimiento universal al genial venezolano quien todavía tenía que vivir en el exilio.

En 1968, el mismo año que regresé a Venezuela, Fernández Morán volverá a su patria. Durante los meses de junio y julio dictará algunas conferencias en Caracas, en la Academia de Medicina del Zulia, en Mérida, San Cristóbal, Coro y Cumaná. Desde ese año dará inicio Fernández Morán a una prédica in vivo, con la intención de convencer al país de la necesidad de crear un Complejo Politécnico de avanzada para la formación científica y tecnológica de nuestros jóvenes.

A finales de ese año, como una dependencia del Servicio de Patología, instalamos el microscopio electrónico en el Sanatorio Antituberculoso de Maracaibo. Tres años después del regreso al país de Fernández, en 1971, el sabio visitaría el Laboratorio de Microscopía Electrónica de su amigo Pedro Iturbe. Ya habíamos hecho el Primer Simposio Venezolano de Patología Ultraestructural y, en el marco del VIII Congreso Latinoamericano de Patología, habíamos dictado cursos, presentado y publicado trabajos sobre la rabia, la encefalitis equina, las amibas, tricomonas, el cáncer del cuello uterino, sobre patología tumoral y demás.

El interés de nuestro sabio por todos estos temas fue grande, como fue también la complacencia del doctor Iturbe. En el curso de esta visita del año 1971, Fernández Morán estuvo en San Cristóbal y en Valera, donde dictó una charla titulada "Las oportunidades y retos de la Ciencia y la Tecnología", en la que insistiría en sus sueños y lo haría señalando como durante 18 años había tratado por todos los medios a su alcance de interesar al Gobierno Nacional en proyectos de interés Científico y Tecnológico, sin obtener ninguna respuesta.

En esos días escribió:
"…Soy un misionero y un solitario en mi propia tierra, como lo fue Miranda y como lo fue Bolívar... ...Persistiré en mi firme empeño de cumplir callado mi misión, como investigador científico y educador, ocultando con la jovialidad de Sancho mi tristeza neta de Quijote."(1)

Un hombre con su capacidad intelectual, quizás presentía que los molinos de viento eran más reales que aquellos de Alonso Quijano. ¡Como habría de sentirse luchando contra la adversidad!

Durante el año 1974, Fernández Morán presentará un Proyecto Global ante la Academia Nacional de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, sin obtener respuesta alguna. En esos días estuvo en Maracaibo y volvimos a vernos personalmente. Conversé con él en el Centro Médico de Occidente y le confié mis preocupaciones. El Sanatorio Antituberculoso se había transformado en el Hospital General de Sur. En el curso de siete años desde la creación del Laboratorio de Microscopía Electrónica no había logrado interesar a los patólogos sobre la utilidad diagnóstica de nuestro trabajo. Por el contrario, a pesar de tener numerosas publicaciones existían desavenencias con el jefe de Patología y los recursos para hacer investigación eran absorbidos por las obligaciones del nuevo hospital general.

El doctor Iturbe estaba dejando la dirección del hospital entusiasmado con la Medicina Familiar y en esta situación me estaban proponiendo que me fuese a Caracas a trabajar en Neuropatología. Conservo una tarjeta personal de Fernández Morán fechada el 29 de octubre de ese año 1974. La recibí unos días después de nuestra entrevista. En ella con su minúscula caligrafía me decía:

"He estado pendiente de sus trabajos y le felicito por sus recientes trabajos sobre virus neurotrópicos, especialmente rabies; yo puedo asegurarle que próximamente instalaremos parte de mi laboratorio de electromicroscopía en esta región. Desearía mucho hablar con usted, para considerar que podamos lograr una colaboración satisfactoria sin necesidad de trasladarse a Caracas. Perdóneme si sugiero que nos veamos en el Hotel del Lago, cuarto 468, si es posible a las 5.00pm. Reciba un cordial saludo extensivo a su apreciada familia. Humberto Fernández Morán."

Esta es la parte más dolorosa de mi historia, en lo personal así me parece. Ya estaba yo convencido de que nuestro sabio Quijote estaba, como el Libertador, destinado a arar en el mar. Esta percepción la había visto venir in crescendo a medida que las dificultades para hacer investigación se multiplicaban en nuestro laboratorio. Los problemas surgían paralelamente a la bonanza petrolera que ya mostraba destellos de lo que habría de ser la llamada "Gran Venezuela". En el año 73, Carlos Andrés Pérez ya era el nuevo presidente y la Venezuela Saudita del derroche y del consumismo delirante, emergía plena de proyectos faraónicos, en los que todo hacía pensar que los sueños del científico más importante que había existido en el país, estarían excluidos por razones obvias.

Asistí a la cita en el Hotel del Lago. En su habitación, hablamos un largo rato. Me pidió que no cometiese el mismo error en el que él había incurrido años atrás, que no saliese de mi terruño, que irme a la capital era un disparate, pues él estaba convencido, y creo que me hablaba con toda sinceridad, estaba seguro de que a más tardar en dos años ya sus laboratorios estarían instalados y marchando en el occidente del país. A pesar de mi incredulidad no quise ser drástico, callé sobre mis temores y acepté esperar, uno o dos años serían suficientes, eso le dije, pero internamente tenía el doloroso convencimiento de que otra vez le estaban engañando con falsas promesas.

Esta conversación, muy sentida, me estrujó el corazón. Busqué con la ayuda del doctor Iturbe una salida Salomónica. Esperé meses durante la tramitación de un año sabático de mi universidad para hacerlo en Caracas. Propuse a un investigador, el doctor Etanislao del Conte para que me supliera al frente de mi laboratorio. Esperé impaciente por los sueños del sabio sin escuchar más noticias.

Sueños son, parecían decirme las semanas y los meses. A comienzos del año 1975, ya el Rubicón estaba cruzado. Después de trabajar un año como Neuropatólogo en el hospital Vargas de Caracas, pasé al Instituto Anatomopatológico de la Universidad Central de Venezuela y logramos con el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICIT) un microscopio electrónico para desarrollar, entre otros, mis proyectos de investigación con el virus de la encefalitis equina venezolana. Estaba en un Instituto de Investigación de la Universidad Central y, finalmente, interactuaba con patólogos que entendían que la patología ultraestructural era importante.

En el año 1978 tuve la oportunidad de conversar de nuevo con el doctor Fernández Morán. Él, otra vez visitaba a Venezuela. Había estado en Maracaibo en el Primer Congreso de Neurociencias y sus brillantes conferencias eran destacadas en la prensa nacional. Parafraseando a nuestro colega el neurólogo Humberto Gutiérrez, ya estábamos ante un "…lamentable resultado, el que prácticamente hayamos perdido las enseñanzas y la ilustración de este auténtico valor científico nacional…".(1) Como dijera Acosta Sainges del Libertador, Fernández Morán parecía ser en su tiempo "el hombre de las dificultades."

En esos días, supe que estaba en Caracas y me acerqué hasta el hotel Ávila para conversar con él. Fernández Morán seguía dictando conferencias. "Es de hacer notar, que no es el IVIC quien lo invita", dice Jiménez Maggiolo. En Pequiven y en el Centro Médico Docente La Trinidad, hablará sobre Virus Oncogénicos, Biología Molecular, Microscopía Electrónica y la Medicina Clínica y sobre los Bancos de datos, computadoras y satélites. Cuando conversamos, yo le conté sobre la ayuda lograda con el CONICIT y le hablé del nuevo microscopio electrónico, de mis colegas del Instituto en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y de los trabajos que estábamos publicando. Sin mucha convicción, le ofrecí de nuevo regresar con él si algo se concretaba en el Occidente del país. Fue un mero formulismo.

Era impresionante, pues a pesar de la importante y privilegiada posición de nuestro científico en el mundo, su destino de Ulises irredento parecía perseguirle. El genial investigador de la NASA, el inventor del cuchillo de diamante, el descubridor de las partículas elementales de las mitocondrias, persistía en sus esperanzados sueños e insistía en que yo debería regresar a mi tierra, pues todo estaba ya dispuesto para él, casi a punto. Pleno de respeto y de admiración ante aquel hombre genial, asentí ante sus planteamientos, confundiendo la tristeza con la desesperación y sentí furia contra quienes desde las sombras maquinaban e impedirían para siempre sus ilusionados proyectos.

En el curso de los años que siguieron a esta conversación, llegaría a saber que el microscopio electrónico del laboratorio del hospital General del Sur de Maracaibo sería abandonado e impunemente destruido, pero esa es otra historia, también lamentable.

Siete años más tarde, de nuevo visitando a su ciudad natal, Maracaibo, Fernández Morán hablaría ante los investigadores médicos de la Universidad del Zulia y sobre esta plática, citaré las impresiones de Américo Negrette quien consideró que la ocasión memorable pareció ser "un momento de magia":

"... Escuchando a este hombre en esa noche, viendo el entusiasmo por la ciencia, cualquiera puede ser mezquino, pero solamente los grandes saben ser generosos a tal grado, - el hombre que descubrió las partículas elementales de las mitocondrias... que ha desarrollado adelantos de la tecnología científica que son utilizados por científicos en todo el orbe, bajó del pedestal que le han forjado sus propios méritos, tan llanamente, tan espontáneamente, para estimular a unos hombres simples, - que su grandeza se hizo mayor... Esa será una noche inolvidable, increíble. Ver aplaudiendo a sus científicos, un pueblo que ha sido entrenado para aplaudir solamente a deportistas, políticos y faranduleros, es increíble. Esa es otra Venezuela. Una Venezuela que aunque fuera una noche, hizo posible la magia de un científico grande, la generosa magia de Humberto Fernández Morán."

En 1986, Fernández Morán regresaría a Venezuela con nuevos proyectos. Esperaba lograr apoyo de la Universidad del Zulia y de la Universidad de Los Andes para crear un Laboratorio de Astronomía que debería estar situado al sur del lago de Maracaibo. Todo era retórica pues la situación política del país no se había modificado.

Honor y deber
Espíritu de acero con sello alemán
Visionario incomprendido
Brillante exilio
De vuelta a la patria
Recuerdos Imperecederos
Solitario misionero
Malquerida herencia
Bibliografía

NOTA: Toda la información que se brinda en este artículo es de carácter investigativo y con fines académicos y de actualización para estudiantes y profesionales de la salud. En ningún caso es de carácter general ni sustituye el asesoramiento de un médico. Ante cualquier duda que pueda tener sobre su estado de salud, consulte con su médico o especialista.





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