Hace poco mas de un año tuve oportunidad de trabajar con
un paciente aquejado de un cuadro que cumplía criterios para ser denominado
obsesivo compulsivo. Este paciente me
recuerda, en algunos aspectos de su sintomatología, a Segei Pankejeff. No se
trataba de una persona tan perturbada como este, pero algunas de las
manifestaciones de su padecimiento y parte de la historia personal los hacen
bastante cercanos. Se trata de un
paciente masculino de cuarenta y tres años de edad casado, con tres hijos, un
matrimonio aparentemente estable y una buena posición económica, fruto de una
fábrica y varios comercios que este posee. Para los efectos de garantizar la
confidencialidad debida a esta persona decidimos, entre el y yo, ponerle el
nombre supuesto de Marco y a su hermano Ricardo, de igual manera fueron
modificados muchos aspectos de la historia personal que consideré no habrían de
incidir significativamente en el trabajo que aspiro realizar. Integran la
familia de este sujeto, su padre fallecido hace cerca de seis años, su madre
que padece una afección cardiaca de poca importancia y un hermano que vive en
el extranjero y a quien mi paciente prácticamente mantiene junto con toda su
familia. Durante el trabajo con Marco se encontraron intensos sentimientos de
rabia reprimida, al igual que supuse que sucedía con Sergei Pankejeff. Esta
rabia, en parte dirigida hacia sus padres tenia unas dimensiones aun mayores
respecto a su hermano.
- Si siento hacia él (hacia su hermano Ricardo) muchísima
rabia. No es fácil para mí admitir esto -me dijo en una sesión de psicoterapia
varios meses después del inicio de nuestro trabajo. ¿Sabes? mi padre solía
decir que los hermanos tenían que permanecer unidos y en paz para ayudarse
mutuamente, pero hasta ahora soy yo el único que ayuda y ayuda. Mi hermano siempre
esta jodido... si voy a ponerme a contar con él... Y lo peor no es eso, además de
que no hace nada y vive de mi trabajo... -se interrumpe- Bueno eso no es verdad
el trabaja duro solo que no gana casi nada... pero si que gasta, y bastante... el
caso es que se la pasa criticándome y diciéndome lo que tengo que hacer para
que mis negocios sean mas productivos. Carajo si sabe tanto porque no se las
arregla para estar mejor él mismo.
Esta actitud
en que la que era capaz de exteriorizar su rabia me pareció una buena señal.
Hasta ese entonces la actitud predominante había sido ocultarla, bajo la
presión de la culpa que sentía por estar contraviniendo la voluntad de su padre
de que se mantuviesen unidos. Marco acude a
consulta por presentar una sintomatología compatible con un trastorno de
angustia con agorafobia cercano a un ataque de pánico. Tiene síntomas como palpitaciones, sudoración en las manos y el
cuerpo, temblores en las manos, sensación de ahogo, opresión torácica, náuseas
y molestias abdominales, sensación de inestabilidad con temor a desmayarse,
miedo a volverse loco y miedo a morir súbitamente, sensación de entumecimiento
en los dedos, junto con una gran ansiedad al encontrarse en lugares abiertos o
fuera de su casa. Esta intensa angustia comenzó a mitigarse con la aparición de
varios pensamientos obsesivos: "todo va a comenzar a salir mal y me voy a
arruinar" o "Dios me va castigar por no
ayudar a quien lo necesita" y "las cosas se van a voltear voy ser pobre a tener
necesidades y nadie va a darme una mano". Todo esto no estuvo lejos de suceder,
pues su sintomatología anterior le había hecho descuidar sus negocios y los
encargados de los mismos habían comenzado a robarle grandes sumas de dinero. La
ansiedad intensa desaparece por completo, y con ella la agorafobia cuando
surgen los rituales compulsivos: siente una necesidad intensa, a la que se
somete, de besar imágenes religiosas, los apóstoles de un cuadro en relieve de la Ultima Cena, que pende
de la pared del comedor de su casa y varias litografías de vírgenes y santos
que hay en uno de los cuartos de la casa, también tiene varias postales
religiosas en su billetera que de tanto ser besadas están gastadas y cayéndose
en pedazos. No es mi
intención mostrar exhaustivamente el trabajo hecho con este paciente en
psicoterapia sino ilustrar algunas estrategias que bien hubiesen podido ser
eficaces en el tratamiento de Sergei Pankejeff si hubiese sido tratado por un
psicoterapeuta gestáltico. Una de las intenciones del trabajo gestáltico es
facilitar la integración de elementos disgregados de la personalidad del
paciente que se manifiestan ocasionalmente como polaridades organizadas en
segmentos que suelen estar personalizados en las representaciones internas de
ciertas personas importantes para la vida anímica de los pacientes. Pedí a
Marco realizar un dialogo interpersonal en la silla vacía con la represtación
interna de su hermano para facilitar la expresión de ciertas emociones
bloqueadas.
-¿Puedes Imaginar a tu hermano sentado en esa silla? -le
pregunté.
-Bueno. Creo que si. Puedo intentarlo. -respondió con
dudas.
-¿Como esta vestido, como esta sentado y que expresión le
ves en el rostro?
-Está sentado muy formalmente, con un pantalón de algodón
oscuro y una camisa de mangas largas, y me mira con su eterna cara de crítica.
-Quiero que le digas lo que en este momento tengas deseos
de decirle.
-Este bien. Quiero decirle que me parece que estoy harto...
-Díselo a él éle interrumpo al ver que continua mirándome
a mi, en vez de a la silla vacía y dirigiendo su conversación hacia mi. En
gestalt es muy importante propiciar que los pacientes hablen con quien
corresponde y no que hablen de él.
-¡Ah! Si Bueno estoy harto de que me controles me da
rabia que siempre estés tratando de decirme que hacer -le dice con voz tenue y
una sonrisa condescendiente en los labios.
-¿Sabes Marco? Me desconcierta oírte hablar de rabia y ver que estas sonriendo.
¿Te parece que estas expresando lo que en realidad sientes?
-No. Creo que no... lo cierto es que me siento como
tratando de decirle las cosas de forma que no se moleste conmigo.
-¿Es así como quieres hacerlo?
-De hecho no. Quiero que sepa que ya me canse.
-Entonces inténtalo de nuevo.
-Mira Ricardo. -dice con fuerza- desde que somos niños
has estado montado encima de mí diciéndome que hacer y como hacerlo, criticando
cada cosa que hago, culpándome de todo, dándotelas de sabio y de perfecto. Eres
igual que papa, nunca hay una palabra amable o un reconocimiento que salga de
tu maldita boca y ya me harté. Quiero que me dejes en paz. Quiero hacer con mi
vida lo que me dé la gana. Además ya no voy a tolerar tus comentarios y tu
actitud hacia mi esposa. Me case con ella porqué fue la persona que elegí y si
no te gusta guárdate tus comentarios, no me interesan. -termina visiblemente
disgustado.
-¿Te parece que ahora has expresado lo que estabas
sintiendo?
-Si ahora si -responde con seguridad.
-Perfecto en este momento quiero que te sientes en la
silla, donde esta tu hermano.
-¿Ahora me vas a hacer hablar como el? -me pregunta
mientras se levanta de su lugar y ocupa la silla vacía.
-Imagina ahora que eres Ricardo -le pido.
-Me cuesta mucho -dice luego de estar un rato
concentrado.
-¿Que te dice eso?
-Carajo que lo último que deseo hacer en este mundo es
parecerme a él.
-Sin embargo creo que seria útil que lo intentaras.
-Está bien, está bien. Mira Marco -dice asumiendo el rol
de su hermano- no estoy tratando de decirte como vivir tu vida. Solo quiero
aconsejarte para que las cosas te salgan bien. Me parece que mama tenia razón
cuando decía que eras un malagradecido. Siempre has sido un poco torpe para
saber que hacer y nunca te dejas ayudar por eso todo te sale mal. No sabes ser
hermano, solo piensas en ti, eres muy egoísta. Además estoy muy solo y aislado
aquí, lejos de la familia y te necesito para pelear. ¿Con quien voy a discutir
si tú no estas?
-Cámbiate de silla -le pido al ver que ha finalizado.
-No quiero que me aconsejes yo voy a decidir por mi mismo
- dice sin convicción, en voz baja y con un tono de tristeza desde su silla.
-Marco tengo la impresión de que no estas muy cómodo con
lo que estas diciendo- ¿estoy en lo cierto? -le pregunto.
-Si. La verdad es que me siento mal
-¿Qué emoción es la que estas sintiendo?
-¿Cómo quieres que me sienta con algo como esto?
-pregunta molesto.
-Yo no quiero que te sientas de ninguna manera en
particular, Solo te estoy preguntando lo que sientes ahora.
-Bueno uno se siente triste cuando las relaciones con la
gente que quiere no son como deseamos -dice evasivamente.
-Marco. No se quien es "uno" y tampoco "quienes" son los
que desean que las relaciones sean de otra manera -digo instándole a precisar y
a asumir la responsabilidad de lo que esta diciéndome.
-Estaba refiriéndome a mí.
-Entonces ¿podrías decirme lo que sientes hablando en
primera persona y en singular?
-Estoy triste -me dice retorciéndose las manos y mirando
al suelo.
-¿Sientes alguna otra cosa? -insisto.
-Si me siento como culpable de algo... mama me hacia sentir
así con frecuencia... por eso deje de visitarla -continua mirando el suelo entre
sus pies separados y ha dejado de retorcer los dedos de las manos para apretar
fuertemente su mano izquierda con la derecha.
-¿Qué hacen tus manos? -le pregunto.
-¿Ah? ¡Ah! Bueno creo que estoy algo nervioso -dice
interrumpiendo sus movimientos y mirándome con una sonrisa tímida, como si se
excusase.
-No. No te detengas. Quiero que lo continúes haciendo
pero con mas fuerza.
-¿Así? -pregunta mientras reinicia los movimientos con
sus manos.
-¿Puedes hacerlo con mas fuerza?
-¿Así? -pregunta nuevamente con voz mas firme, las
facciones algo crispadas y mirándome fijamente a los ojos.
-Más fuerte. -le pido.
-¡Ahggg! ¡Ahggg! ¡Ahggg! -ruge rítmicamente mientras
golpea fuertemente su mano derecha con el puño de la izquierda.
-¿Qué estas sintiendo en este momento? -le pregunto para
hacerle darse cuenta de su estado emocional.
-Una gran arrechera -me dice apretando los dientes,
mientras continua golpeando la palma de su mano.
-Te estas golpeando muy fuertemente -le señalo- ¿A quién
deseas golpear en realidad?
-A mi mismo por pendejo. Siempre dejándome mandonear por
mi hermano y manipular por la vieja (de esa manera se refiere a su madre cuando
esta disgustado en ella)
-¿Qué te has hecho a ti mismos para que desees
maltratarte?
-Aguantar todo lo que me hacen. -dice mirándome
fugazmente con los ojos aguados.
-Tengo la impresión de que ahora eres tu quien esta
culpándote. -le digo firmemente.
-Tienes razón. Ahora estoy cayendo en el juego de ellos.
La rabia no es conmigo, es con Ricardo y con mi madre y también con mi padre
que en paz descanse. Caramba cuanto lo quise, pero cuanto daño me hizo.
-¿Qué deseas hacer con esa rabia? -le pregunto.
Me encantaría romperle el cuello al cretino de mi hermano
y mandar al diablo a la vieja de una buena vez. -me dice sin convicción.
-Imagina que le rompes el cuello a tu hermano. El sigue
ahí sentado en la silla frente a ti. -Mira a la silla fijamente por un rato y
luego me dice.
-No en realidad quisiera poder tener con el una relación
diferente. No es un mal tipo ¿sabes?
-Me imagino que no -le respondo con actitud comprensiva.
-Me gustaría que me respetara, que no me culpase de todo
lo malo que ocurre, y sobre todo que dejase de decirme que lo que hago esta
todo mal hecho. Quisiera ser firme con él y poner las cosas en su lugar.
-Lo tienes delante de ti. Aprovecha la situación y haz lo
que me dices. -le insto.
-Mira Ricardo -dice mirando a la silla vacía con firmeza
y convicción- soy tu hermano, soy menor que tu, pero hace ya mucho que soy un
adulto. Te quiero -declara con lagrimas en los ojos y tratando de contener el
llanto.
-No reprimas ese sentimiento -le pido.
-Pero no puedo hablarle a él así, ¡me va a ver débil!
-exclama.
-¿Qué es lo que quieres demostrarle? ¿Es un papel quieres
representar para él?
-No en realidad quiero llorar y decirte -continua mirando
la silla vacía- que no voy a relacionarme contigo de esta manera. Vas a
respetarme, vas a respetar mis decisiones, vas a recordar que vives en Europa
hace casi dos años y que no ganas para mantener a tu familia, y que soy yo
quien te manda dinero para comer y para pagar el techo que te cubre. De manera
que no lo debo estar haciendo tan mal. Vas a recordar que tienes problemas con
tu esposa y que tus hijos tienen más confianza en mí que en ti. Vas a recordar
que por tu impulsividad y tus malas decisiones económicas dilapidaste la plata
que te dejó papa, mientras que yo la invertí en los negocios que ahora nos
mantienen a los dos, y de donde salió el dinero para la tienda que estas
montando allá. Te quiero y no tengo ganas de pelear contigo. Siempre dices que
me extrañas y que no tienes con quien pelearte allá, pero yo no tengo ningún
deseo de pelear contigo. Si esa es la manera en que demuestras tu aprecio hacia
mi, busca otra, pues esa no la quiero más... estoy cansado -dice mirándome con
aspecto relajado, ha dejado de llorar y me mira serenamente.
-¿Cómo te sientes? -le pregunto con calma.
-Estoy tranquilo, me siento cansado, pero mas... fuerte, si
mas fuerte.
-Hay algo mas que desees hacer o decir en este momento.
-No. Ahora no. En la Semana Santa voy a
Europa a verlos y me gustaría tener una conversación a solas con Ricardo que se
pareciese a esta última parte.
-Como decidas.
-También voy a hablar con mama. La verdad es que tiene
existir otra manera de relacionarme con ella que no sea calármela o no verla
nunca. -Me dice reflexivamente.
-Estoy seguro de que vas a lograr construir otra manera
de relacionarte con ella. -le digo colocando la responsabilidad en él.
-Si tienes razón depende mucho de mí.
Tras casi
cuatro meses de trabajo psicoterapéutico había dejado de besar las figuras de la Ultima Cena y las
estampitas de la billetera. No habíamos hablado de ello más de dos o tres veces
en forma tangencial y en sesiones diferentes. Nos habíamos dedicado a poner en
orden la expresión de las distintas emociones, a mejorar la forma en que Marco
imponía los limites entre su propio self y el entrono y a integrar las partes
alienadas de la personalidad de Marco. Por esa época a inicio de una sesión me
dijo sonriendo.
-Tengo un regalo para ti.
-¿Qué será? le pregunte.
-Esto -me dijo al tiempo que sacaba un sobrecito del
bolsillo de su camisa y me lo extendía.
Lo tome y
saque su contenido. Tenía en mi mano más de una docena de estampas religiosas
desgastadas, algunas rotas en varios pedacitos. Imágenes de la Santísima Trinidad,
del Niño Jesús, de distintas Vírgenes, del Sagrado Corazón de Jesús, de José
Gregorio Hernández y de otras figuras religiosas.
-¿Por qué me las das a mi? Le pregunte.
-Porque ya no me hacen falta. -me respondió serenamente.
-Eso me parece excelente, pero ¿por qué me las das a mí?
-Porque fue con tu ayuda que logre dejar la esclavitud de
besar las estampitas, las Vírgenes y los Apóstoles. Siempre pensando que si no
lo hacia, algo malo me iba a pasar, como si tuviese que estar congraciándome
todo el tiempo con Dios y los Santos. Las iba a tirar a la basura, pero me
pareció más justo compartir contigo este momento tan significativo para mí. Ya
que tú me ayudaste con eso, me pareció justo que compartiéramos este momento.
-Entiendo. ¿Te bien parece si las boto en la papelera?
-le pregunto.
-Como tú dices: haz lo que decidas que es mejor para ti
-me dice sonriendo con picardía- de todas maneras el lugar mas adecuado para
ellas debe ser la papelera de este consultorio.
-Si tú lo dices así ha de ser éle digo mientras las dejo
caer en la papelera.
El trabajo con este paciente
se desarrolló a lo largo de varias sesiones en la que se llevó a cabo una
dinámica parecida a los extractos anteriores, y quizás el tratamiento de Sergei
Pankejeff, llevado a cabo por un gestaltista, no hubiese diferido mucho de este
y del que voy a mostrar en el capitulo que sigue a continuación.