Aproximadamente el 90 % de incremento de la población urbana global corresponde a países en desarrollo o en vías de desarrollo en Asia y África. Tan solo India, China y Nigeria poseen el 37% de expectativa de crecimiento en los próximos años. El número de grandes ciudades o megaciudades, que sobrepasan los diez millones de habitantes, se ha incrementado en las últimas décadas. A principio de los noventa se identificaban diez megaciudades, en el 2019 se reconocieron treinta y una. Entre las más numerosas se incluyen Tokio, Delhi, Shanghái, Ciudad de México, Mumbai y Sao Paulo. Se estima que para finales del presente decenio existirán cuarenta y una megaciudades. El 9 % de la población mundial vivirá en estas megaciudades (1).

Muchas de ellas comparten el explosivo crecimiento poblacional, el aumento del número de edificaciones, la polución y la potencial volatilidad a presentar violencia urbana. La profundización en aspectos como alta densidad poblacional, pobreza urbana, desigualdad social, escasos recursos e ingobernabilidad, pueden determinar la aparición de nuevos conflictos bélicos urbanos en el futuro. Algunas ciudades han sufrido episodios de violencia urbana dirigidos por grupos étnicos, insurgentes, fundamentalistas y terroristas (4,10,23).

En Latinoamérica y el Caribe aproximadamente el 80 % de la población habita en ciudades. La violencia urbana se relaciona principalmente con organizaciones criminales y de narcotráfico. Cuarenta y dos de las cincuenta urbes más peligrosas del planeta se ubican en la región, ubicándose un porcentaje importante localizadas en la frontera de México. Las operaciones policiacas y militares para hacer frente a estas organizaciones, son frecuentes en los barrios, urbanizaciones y favelas. En ocasiones los poderosos carteles del narcotráfico poseen mejor equipamiento y pertrechos militares (1,23).

La facilidad en la conectividad con internet en las ciudades permitirá la incorporación de nuevos e innovadores dispositivos tecnológicos y su amplificación en otras urbes, por parte de los bandos en conflicto. Los futuros drones poseerán más autonomía, inteligencia artificial, navegación óptica y capacidad de conducción en forma de enjambre, incrementado su peligrosidad (63,64).

Queda poca duda en torno a la realidad de que los clanes y grupos insurgentes, terroristas, fundamentalistas y de crimen organizado trataran en las próximas décadas de lograr sus objetivos y motivaciones a través de la violencia urbana. El acceso y uso de las redes sociales se incrementará por parte de estas organizaciones con distintos fines. Se deduce que la capacidad aérea también aumentara con el uso de drones u otros vehículos aéreos no tripulados (1,4,63,64).

De la misma manera, las fuerzas estatales convencionales trataran de detener sus acciones con operaciones policiacas o militares, lo que determinara nuevos conflictos bélicos urbanos en ciudades o megaciudades. Con características de mayor escala, complejidad y con tecnologías mas sofisticadas. Aunque se reconoce que las capacidades tecnológicas se pueden ver reducidas en algunas áreas urbanas, especialmente aquellas ubicadas entre edificaciones altas, sin embargo, futuros avances en dispositivos automatizados, no tripulados y de inteligencia artificial serán parte del armamentario (2). La aparición de vehículos robóticos remotos representara una opción disponible en algunos años, estos sistemas podrían reducir el riesgo de personal lesionado durante el traslado (4).

La reciente pandemia por el covid 19, requiere contar con la protección adecuada en vista del aislamiento del virus en la vía respiratoria. El riesgo de contacto con productos químicos o biológicos de algunas armas no permitidas o el contagio por fómites o líquidos corporales de enfermedades infecciosas, determinara mantener y perfeccionar el uso de material de protección por parte del personal sanitario (4,19,44,47).

En relación a la violencia global, el actual sumo pontífice señala: “es previsible que ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un escenario favorable para nuevos conflictos bélicos, disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones. Los conflictos bélicos siempre producen daños graves al medio ambiente y a la riqueza cultural de las poblaciones, y los riesgos se agigantan cuando se piensa en la energía nuclear y en las armas biológicas” (15).